sábado, 28 de enero de 2012

El contragolpe (cuento)

El contragolpe

         El médico, después de haber examinado pacientemente la radiografía que tenía entre sus manos, se volvió hacia Maira con el entrecejo fruncido y, debido a la gravedad del caso, dijo:
- Señora Silveira, el bulto que usted tiene en la cadera, definitivamente no es un tumor, ni menos aún un quiste; sino, un extraño caso, creo que es el único en el mundo. En esta radiografía, se puede observar que le ha nacido, por así decirlo, un huesillo en la ultima vértebra, que es la vértebra Apófisis Transversas, y este huesito, se esta apoyando levemente en el hueso Sacro. Ahora, quiero que usted misma vea que este huesillo se está uniendo por intermedio de algunos a los nervios principales de la columbra vertebral.
- Y por qué motivo me ha nacido ese sobrehueso.
- No lo sé; creo que es un caso único. Le sugiero que tome este hecho con calma y lo consultemos con otros profesionales.
- Si es necesario una operación, estoy dispuesta.
- Señora, no quiero ser drástico, pero un error puede afectarle la motricidad, incluso puede haber resultados irreversibles. Lo conveniente es convocar a una junta médica y estudiar este caso en profundidad.
         Mientras emprendía el regreso a casa, Maira rememoró aquella noche cuando sintió por primera vez un agudo puntazo en la cadera. También recordó el gesto confuso del esposo y los rostros temerosos y preocupados de sus dos hijos adolescentes. Y sin remordimiento alguno, evocó la tarde de ese día. Esa tarde pasional que mantuvo con el amante y en donde el juego consistía en evadirse de la realidad.
         No era la primera vez que ella mantenía una relación extramatrimonial, pero ésta, fue la última vez que mantuvo una relación de estas características.
         Ella no demostraba tener estas inclinaciones. Sin embargo, tenía la suficiente habilidad para generar en los hombres esa confianza que algunos habrían necesitado para que la abordasen. Y sabía seducir con ingenuidad y por sobre todo, sabía ocultar antes los ojos del mundo, cualquier indicio que pudiera delatar sus audaces aventuras.
         Por cuanto, aquella tarde, cuando ella se encontró con el amante y se topó con la mirada socarrona de él, supo que debía desplegar toda su sensualidad y doblegar a ese hombre que estaba evaluándola como mujer.
         Estas clases de juegos eran lo que más le gustaban, quizás porque encontraba emociones que la obligaban a despojarse de todos los principios, pero lo que no supo ella; pese a que ya se había encontrado en otras oportunidades con este hombre, era que él, estaba dispuesto a someterla por primera vez, a sus soeces juegos sexuales.
         La práctica desaforada del sadomasoquismo, la despersonalizo de tal manera que ella gustosa descendió hasta lo más bajo en la escala de la depravación. Y en las últimas horas de la tarde, valiéndose de sus experiencias anteriores, comenzó a organizar sus pensamientos para volver a realidad; y poco a poco fue retomando su postura y, mientras mantenía una trivial conversación, miraba hacia la ventana y veía como la tarde se iba. Luego, cuando la habitación comenzó a oscurecerse, dijo con toda serenidad.
- Me tengo que ir.
- Termino el pucho y nos vamos. Murmuró él.
- Dame lugar, quiero ir vistiéndome; se me hace tarde y no quiero que mi marido piense mal.
         A mitad de la cena y tras de un movimiento, tuvo el primer puntazo en la cadera. Y esa noche, lanzó un quejido y pronto recibió la asistencia de toda la familia. El esposo la llevó al dormitorio y la ayudó a que se acostara. Ahí, ella supo que ese puntazo se debía al acto depravado que mantuvo que mantuvo en horas de la tarde, y sin dudarlo ahuyentó este pensamiento y lo mezcló con otros pensamientos y luego se durmió, toda confusa, pero convencida de que ella no hizo nada en horas de la tarde, excepto el haber ido al gimnasio.
         Después de aquella última visita al médico, Maira empeoró. Y mientras el médico continuaba con las investigaciones, a ella se le formó una tumefacción justo donde tenía el dolor. Está hinchazón, pronto tomó la forma de una pelota de tenis, y allí, postrada por esta rara enfermedad, comenzó a rever su pasado. Pero una noche, tuvo fuertes dolores que le hicieron gritar, hasta que de repente se le reventó la tumefacción, tipo ampolla, y le quedo colgando una carnaza. Pero lo más misterioso de esto, fue que la carnaza pronto tomó consistencia y se transformo en una cola.
         A la semana siguiente, ese cola medía un metro y medio. Tenía un espesor de ocho centímetros y terminaba sumamente delgada, lo cual, le daba un parecido a la cola de rata.
         Pese a todo, el médico que la atendía, deseoso de llegar al núcleo de la cuestión, volvió a preguntarle.
- Qué hizo esa tarde.
- Fui al gimnasio, doctor. Le contestó ella, convencida de haberlo hecho.
         El médico asintió levemente y concluyó el caso como un  nuevo enigma para la medicina. Pero no pasó mucho tiempo para que el médico descubriera el motivo de este hecho; ya que otras mujeres comenzaron a aparecer con esa larga cola, y no faltó que una de ellas, ante la desesperación, revelara el misterio, y tras esa revelación, se las conocen a estas infieles mujeres, como coludas.


                                                                                                      Abel Bustos
                                                                                                       16/06/2004

 Publicado en "Hechos y Protagonistas" (sábado 11 de septiembre de 2004).